jueves, 27 de diciembre de 2018


Cibeles

Esta diosa provenía de Frigia (actual Turquía), y se cree que los griegos llevaron su culto a Grecia tras la guerra de Troya y después fue venerada también en Roma como La Gran Madre o Madre de los Dioses.
Los sacerdotes de Cibeles, los “galli”, se castraban a sí mismos para servirla.

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Traicionada

Cibeles se enamoró de un atractivo joven de puro corazón llamado Attis. Ella quería que fuera guardián de su santuario y le pidió que le prometiera que seguiría siendo virgen. Él se lo prometió, pero Sagaritis, una ninfa de los bosques, lo sedujo y Attis rompió su promesa.
Cibeles se puso furiosa, taló el árbol donde vivía la ninfa y la mató. Attis se volvió loco y, en un arrebato de culpa, se cortó los genitales, por eso se castraban los sacerdotes de Cibeles. Cuando Attis murió, renació como pino.

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sábado, 22 de diciembre de 2018



El negrito Epaminondas (Guinea española)

Epaminondas es un negrito, hijo de una mujer negra tan pobre que, como no podía dar a su hijo más que el nombre, le puso el más largo que encontró en el santoral.
La madrina es otra negra, algo menos pobre que la madre; quiere mucho al negrito y le dice que vaya a visitarla con frecuencia para, con ese pretexto, hacerles algún regalillo.
Un buen día regala al negrito un riquísimo bizcocho, y le advierte:
-Llévalo bien sujeto para que no se te pierda.
-Bien, madrina –contesta muy contento Epaminondas.
Y tanto y tanto aprieta la mano durante el camino que, cuando va a entregar el regalo a su madre, sólo lleva unas pocas migas.
-¿Qué me traes, Epaminondas?
-Un bizcocho, madre.
-¡Un bizcocho! ¡Válgale Dios! Pero, ¿qué manera tienes de llevar un bizcocho? ¿Quieres saber cómo se lleva? Lo envuelves muy bien en un papel de seda y después lo colocas en el ala del sombrero; te lo pones, y, muy despacito y derecho, para que no se te caiga, vienes tranquilamente a casa. ¿Has comprendido?
-Sí, madre.
A los pocos días vuelve a casa de su madrina, que ahora le regala un buen pedazo de mantequilla para el desayuno del día siguiente.
Epaminondas coge la mantequilla y la envuelve con mucho cuidado en un papel de seda y la coloca sobre el ala del sombrerón de paja; se lo pone en la cabeza y echa a andar muy despacio, y muy derecho, para su casa. Es un hermoso y caliente día del verano; el sol derrite la mantequilla, que va cayendo en pringosos goterones por la cabeza y cuello del negrito.
Y cuando Epaminondas llega a su casa y quiere entregar a su madre la mantequilla ya no queda nada y el cuello y la espalda del niño parecen untadas de tocino.
La madre se lleva las manos a la cabeza al verle en este estado.
-¡Dios mío! ¿Pero cómo se te ha ocurrido traer así la mantequilla? Para conservarla bien debiste envolverla en hojas muy frescas y a lo largo del camino ir refrescándola en todas las fuentes que encontrases. Sólo así hubiera llegado a casa en buenas condiciones. ¿Lo has entendido?
-Sí, madre.
Y a la vez siguiente la madrina regala a Epaminondas un lindo perrillo. El negrito no lo piensa más; lo envuelve en grandes hojas de parra bien frescas, y por el camino lo va metiendo en todos los arroyuelos que encuentra, de manera que cuando llega a su casa el infeliz perrillo está casi muerto de frío y tiembla como la hoja en el árbol.
-¡Dios me valga! –exclama la madre-. ¿Qué traes aquí Epaminondas, hijo?
-Un perrillo, madre.
-¿Esto es un perrillo? ¿Y es así como lo tratas? Un perrillo se lleva con una cuerda atada al cuello, y tirando de él con cuidadito para que el  animal ande. ¿Has entendido?
-Sí, madre.
Y cuando vuelve a casa de la madrina, la buena mujer le regala un sabroso pan, recién sacado del horno, crujiente y doradito.
Epaminondas le ata una cuerda, lo pone en el suelo y vuelve a casa tirando de él, como le había dicho su madre que tenía que hacer con el perrito.
-¡Dios mío! –grita la madre-. ¿Qué me traes aquí, Epaminondas?
-Un pan que me ha regalado la madrina –contesta el niño orgulloso.
-¡Epaminondas, hijo, serás mi perdición! No volverás a casa de tu madrina ni te explicaré ya nada. Seré yo la que vaya a todas partes.
Al día siguiente la madre del negrito se prepara para ir a casa de la madrina y antes advierte al hijo:
-Epaminondas, hijo, ya has visto que acabo de hacer una hornada de seis pasteles y los he puesto sobre una tabla, delante de la puerta, para que se enfríen. Vigila que no se los coma el gato, y, si tienes que salir, mira bien cómo pisas por encima de ellos con cuidado.
-Sí, madre.
La madre se va y el negrito mira cómo se enfrían los pasteles y, como quiere salir, “mira bien exactamente cómo pisa encima de ellos” –uno, dos, tres, cuatro, cinco- y va poniendo los pies sobre cada pastel, convirtiéndoles en una confusa pasta.
La madre llega a poco... y nadie sabe todavía lo que allí pasó, pero el caso es que Epaminondas no podía sentarse al día siguiente.

Tomado de: https://www.facebook.com/ClubDeLipunuschka

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domingo, 16 de diciembre de 2018


Bona Dea

Había una diosa en Roma, cuyo nombre no se conocía y a quien todos llamaban Bona Dea (la diosa buena). Unos decían que era hija de Fauno y otros que era su esposa. Un día Bona Dea se emborrachó y Fauno le dio una paliza con palos de mirto y la mató. Una variante de la leyenda dice que, con el fin de obtener sus favores sexuales, Fauno la emborrachó, pero que ni aún así Bona Dea no accedió a sus deseos, por lo que entonces le golpeó hasta matarla.
El pueblo la veneró como diosa y le construyó un templo en su honor. Sólo las mujeres podían celebrar sus ritos, los hombres tenían prohibida la entrada.

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Venerada por las mujeres

Se decía que Bona Dea tenía el don de la profecía. Se veneraba por su castidad y los ritos estaban dirigidos por las vírgenes vestales en ceremonias exclusivas para mujeres. Se le invocaba para la buena salud, la castidad y la fertilidad.
Se dice que las mujeres que asistían a los ritos de Bona Dea ofrecían flores, vino y un cerdo a la diosa y al vino que se bebía en su honor se le llamaba leche. Estaba prohibido pronunciar el nombre de vino y mirto en recuerdo de cuando se emborrachó Bona Dea y Fauno la golpeó con ramas de mirto.
Durante la ceremonia se tocaba música y las mujeres entraban en trance.

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martes, 11 de diciembre de 2018


O Arco da Vella

En gallego se le denomina así al Arco Iris. Según la leyenda el arco lo utiliza “A vella” para apuntalar o reparar el cielo.
En el mundo cultural de los celto-galaicos que es común a los leoneses, asturianos, exteemeños, portugueses, irlandeses, británicos, bretones etc. Se creía que “o ceo e de bóveda”.
Como todos los demás celtas, tenían miedo de que el cielo se desplomara sobre sus cabezas  y la caída de meteoritos en este contexto era interpretada  como los desconches de esa bóveda. Así que este personaje de “A vella” tenía como misión la de reparar la bóveda del cielo. Cada vez que aparecía “O Arco da Vella”, los niños de las aldeas recogían piedrecitas y se las dejaban preparadas en el suelo por si acaso.

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miércoles, 5 de diciembre de 2018


Pomona y Vertumno

Pomona era una ninfa romana, diosa que cuidaba la cosecha de la fruta. Siempre andaba entre los árboles frutales con una tijera de podar y sus manzanos y perales rebosaban de frutos.
Era muy cortejada por los dioses, sobre todo, por Vertumno, dios de las estaciones. Vertumno se disfrazaba de muchas maneras para conseguirla: de segador, de cuidador del viñedo, de pescador, de soldado… Pomona lo rechazaba y ni siquiera quería oírle cuando venía Vertumno disfrazado de vieja para contarle las bondades del matrimonio.
Finalmente, Vertumno se le acercó sin disfraz y cuando Pomona vio lo atractivo que era, se enamoró de él y Vertumno le trenzó el cabello con trigo.

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