martes, 25 de septiembre de 2018



He encontrado, en la red, esta leyenda que es muy popular y conocida en la cacereña Comarca de La Vera (España):

Leyenda de la serrana

Desde hace ocho décadas es conocida en toda la Vera la historia de una serrana que destacaba entre sus contemporáneos por su exuberante belleza. Debido a su físico, no pasó desapercibida al rey, que visitaba en aquella época la comarca, pues observó en ella una hermosura nunca vista en otra mujer. Esta situación produjo un arduo deseo al rey de hacerse con ella, y tras varias insinuaciones por parte del soberano, la serrana aceptó su mano. Pero, impredeciblemente, al poco tiempo el rey sació su deseo y decidió romper su unión con la serrana, porque ésta le absorbía los sesos de tal manera que le impedía realizar las funciones propias de un rey. Ante esta situación, la serrana reaccionó con un ataque de soberbia que la indujo a tomar una postura hostil hacia todos los hombres y a jurar vengarse de ellos. Para realizar sus propósitos se sirvió de sus armas seductoras con la intención de que los varones se rindiesen ante su belleza y ella pudiera manipularlos a su antojo. Así, se dedicó a enamorar a hombres, y no contenta con hacerlos sufrir sentimentalmente, los mataba para saciar su venganza y los escondía en una cueva que actualmente se encuentra en una zona de la Vera, conocida como La Serranilla, en honor a este personaje.

Recopilador: José Ángel Jara Rodríguez

Resultado de imagen de leyenda de la serrana de la vera La Serranilla

He aquí una variante de la leyenda anterior:

La serrana de La Vera

Se cuenta que por la noche, en los alrededores de las sierras de la Vera, se escuchan ruidos extraños, como chillos [gritos] de personas.
Dicen que hace mucho tiempo, en un pueblo de la Vera, vivía una joven muy hermosa, tan hermosa que todos los hombres se la disputaban. Pero la chica comenzó a agobiarse porque veía que los hombres sólo la querían para mantener relaciones con ella y ya está, y esto hizo que  se volviese loca y buscase refugio en la sierra. Las personas del pueblo comenzaron a preocuparse por la tardanza de la joven y mandaron unos chicos a buscarla. Pasó un rato y uno de ellos la vio, pero le sorprendió verla tan hermosa, y al ver que empezaba a seducirle y a hablarle desde lejos, la siguió, creyéndola indefensa. La chica entró en una cueva y el chico detrás, pensando en poder complacer sus deseos; pero se encontró con una criatura loca, llena de odio, que le propinó golpes hasta la muerte.
De este modo, cada vez que veía a un joven por los alrededores de la sierra hacía lo mismo. Y por esto se dice que las voces que se oyen por la noche son las voces de los jóvenes que intentan buscar ayuda, pero es algo imposible de conseguir, porque la serrana está ahí y es imposible escapar de ella.
Esta historia me la contó un cura en un campamento, cerca del pueblo de Jaraíz de la Vera.

Recopilador: Enrique Laso Quintana.

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Y aquí una tercera variante:

La serrana de La Vera

Un chico se iba a casar con una muchacha, pero el chico era infiel a esa muchacha. Entonces, esa muchacha se enteró, ya que se iban a casar pero ese chico no se presentó. La muchacha entró en una locura y cada chico que se echaba novia le mataba para que no les hiciera lo que le pasó a ella. Además, le recordaba a su novio que la dejó en el altar.
La muchacha mató a varios muchachos hasta que la guardia civil tuvo que matarla a ella.

Recopilador: José Miguel Cajas Jara.

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jueves, 20 de septiembre de 2018


Cástor y Pólux

Son llamados Los Dioscuros. Eran hijos gemelos de Zeus y de la mortal Leda y son hermanos de Helena y de Clitemnestra. Leda estaba casada con el rey Tindáreo. La noche en que Zeus se unió a Leda en forma de cisne, la mujer se unió también a su marido humano y los dos pares de gemelos que nacieron son atribuidos así: Pólux y Helena a Zeus; Cástor y Clitemnestra a Tindáreo.
Otra variante de esta leyenda cuenta que estas dos parejas gemelas nacieron cada una de un huevo, puesto por Leda como consecuencia de su unión con Zeus transformado en cisne.

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Traviesos

Eran famosos por que siempre se metían en problemas. Por ejemplo durante su viaje acompañando a Jasón y los argonautas en busca del Vellocino de Oro.
Resulta que estos dos hermanos raptaron a las prometidas de Idas y Linceo, otros dos hermanos gemelos. Las novias de éstos eran hijas del rey Leucipo y llamadas por ello las leucípides.
Ante el ultraje, todos los hermanos lucharon y Cástor murió. Zeus ofreció la inmortalidad a Pólux para que fuera a vivir al Olimpo con los dioses, pero Pólux no aceptó, porque quería morir para estar con su querido hermano.
Al final, los dioses llegaron a un compromiso por el que ambos hermanos pasaban unos días en los cielos y otros en los infiernos.

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El fuego de San Telmo

Los romanos creían que uno de los deberes de los gemelos era cuidar de los que se perdían en el mar.
Se decía que enviaban una luz para guiar a los marineros y que el fuego de San Telmo era obra de los gemelos, Los Dioscuros.
Creían también que no siempre uno podía fiarse de aquel fuego, porque, a veces, Helena, la hermana, enviaba otras luces para engañar y confundir a los marineros.

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jueves, 13 de septiembre de 2018


A Verónica no le gustan los cementerios

Hay muchas leyendas sobre Verónica, pero ésta me ha llamado mucho la atención. Se la contaron a una amiga mía y comienza así: un día se reunieron un grupo de amigos para hacer espiritismo, pero no encontraron una casa en donde hacerlo, y pensaron hacer espiritismo en un cementerio. A casi nadie les gustó la idea, pero les pareció muy emocionante y accedieron. Una vez que llegaron al cementerio, no supieron a quién invocar, y a una chica se le ocurrió invocar a Verónica. A la chica le gustaba mucho Verónica, se sabía muchas historias de ella, pero nunca se le había ocurrido invocarla a ella para que le contara su verdadera historia. Se colocaron y empezaron todos a invocar a Verónica, pero no ocurrió nada; todos se empezaron a impacientar, pero la chica no, estaba totalmente convencida de que Verónica iba a aparecer.
Pasadas varias horas, ya lo dejaron y la chica se quedó muy callada y seria. A los dos días, la chica comentó a sus amigos que le ocurrían cosas muy extrañas por la noche. Un amigo le dijo que se quedaba una noche en su casa para ver si era verdad o invenciones. Ya la chica y el chico se fueron a la cama y empezaron a escuchar unas voces muy raras, como si vinieran de lejos. El chico y la chica empezaron a tener miedo cuando esas voces se hicieron más claras e intensas, pero entonces las voces pararon y el chico le preguntó a la chica si era una broma y la chica le dijo que no, que era Verónica, que no le gustaba lo que habíamos hecho; pasados unos minutos, en un espejo se podía ver la silueta de una mujer. La chica y el chico empezaron a temblar, y escucharon lo siguiente de una voz que veía desde lejos:
—No me gustan los cementerios; no sabéis nada de mí.
Se dice que al chico y a la chica Verónica les contó su verdadera historia, pero nunca se sabrá la verdad, ya que se volvieron locos. El chico se suicidó y la chica se intentó quitar la vida pero no pudo, y ahora está en un manicomio. Cada vez que le pregunta por aquella noche, ella se vuelve histérica y no puede hablar, no le deja Verónica. Nadie sabe la verdad, pero algo grave tuvo que ocurrir.

Recopilado por Rafael Ríos Moya (De la red)

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sábado, 8 de septiembre de 2018


La Sibila de Cumas 

Las sibilas eran profetisas que entraban en trance y emitían toda clase de sonidos inarticulados, que los sacerdotes traducían en profecías.
La más famosa era la Sibila de Cumas, que habitaba cerca del cráter del Averno, la entrada a los infiernos.
Apolo le ofreció a la bella Sibila cualquier regalo que le pidiera a cambio de estar una noche con ella. Ella le pidió vivir tantos años como granos de arena pudiera coger y Apolo le concedió el deseo. Ella se negó a hacer el amor con él y, como se le olvidó pedir que fuera eternamente joven, Apolo aceleró el proceso de envejecimiento y, en pocos años, la Sibila se encogió hasta tener el tamaño de una cigarra. Terminó metida en un tarro sobre el muro de su cueva.


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lunes, 3 de septiembre de 2018


El benteveo (Leyenda guaraní)

Akitá y Mondorí se casaron y vivían en una cabaña de la selva. Cuando la madre de Akitá murió, su padre le pidió albergue y Akitá, Mondorí y Sagua-á, el hijo de ambos, de ocho años, lo recibieron con cariño. Era ya viejo pero intentaba ayudarles en lo que podía y mientras los padres iban a sus tareas, cuidaba del pequeño.
El abuelo enseñó al nieto el manejo del arco y las flechas y juntos gustaban de ir a pescar al río. Muchas veces, cuando los padres volvían, encontraban pescados sabrosos asándose al fuego.
Era tanta la bondad y tantos los cuidados del abuelo para con su nieto que éste se convirtió en un pequeño tirano muy exigente y sólo se reprimía en presencia de sus padres.
Cuando el viejo no tuvo fuerzas para acompañar al niño al río ni al bosque a recoger la miel silvestre, pasaba la mayor parte del tiempo tejiendo cestos y fabricando anzuelos.
El niño se alejaba del abuelo, pero cuando sus padres volvían al anochecer, lo encontraban junto a él y estaban confiados.
Un día el niño se retuvo por el bosque con otros niños de su edad y cuando volvieron sus padres, descubrieron que el abuelo no había probado bocado pues había estado solo y sin ayuda todo el día.
Cuando el niño llegó a casa, su papá Akitá le reprendió su falta de piedad para con el anciano. Sagua-á no respondió, pero se llenó de ira y en su interior juzgaba injustas las palabras de su padre.
Desde ese día la madre solía quedarse en la cabaña atendiendo al abuelo. Pero un día en que Modorí tuvo necesariamente que ir a ayudar a Akitá, dejó el recado al niño de que cuidara del anciano. Sagua-á respondió airado que sería la última vez que le obligaban a quedarse en la cabaña al lado del abuelo para cuidar de él.
Mondorí partió muy preocupada a ayudar a su marido en el algodonal. No comprendía cómo su hijo se había vuelto ten egoísta y de sentimientos tan mezquinos.
Sagua-á en la choza, pasó todo el día arreglando sus cosas, sin acordarse del abuelo.
-¡Sagua-á...! - oyó que le llamaba el anciano con voz apenas audible.
-¿Qué quieres? ¡Ya voy! -contestó malhumorado, pero no se movió.
-¡Sagua-á...! Ven, por favor, dame un poco de agua... -insistía el anciano.
-¿Se apaga tu vida como un cochimbo? - reía divertido el niño.
-Sí, mi vida se acaba como un pito güé... Un poco de agua...
El abuelo expiró, mientras el nieto repetía riendo “pito güé, pito güé”.
Sagua-á no se dio cuenta de la transformación que su cuerpo empezó a experimentar: su cuerpo se achicó cubriéndose de plumas y su cabeza se alargó en forma de pico.
Momentos después, en la cabaña, yacía en su lecho exánime el anciano, mientras en un rincón, un pájaro de lomo pardo y pecho amarillo, no cesaba de repetir: “pito güé, pito güé”
Cuando Akitá y Mondorí volvieron encontraron al anciano muerto y saliendo por la abertura de la puerta vieron un pájaro de plumaje pardo y amarillo volar hasta posarse en una rama del jacarandá, para gritar en tono lastimero: “pito güé, pito güé”.
Este era el origen para los guaraníes del benteveo, al que ellos llamaban pito güé.
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Es un resumen que me he permitido hacer de esta bonita leyenda, pues tal como lo encontré era muy extenso.

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