El lagarto de oro (Leyenda nicaragüense)
Un noble caballero llegó, hace muchísimo tiempo al departamento
de Chontales, compró una hacienda, conoció a una hermosa joven, llamada Chepita
Vital, se casó con ella, y, pocos años después el matrimonio tuvo una niña a la
que llamaron Juana María.
Félix Francisco Valois, que así se llamaba el caballero,
se sintió enfermo y se dirigió a Guatemala para curarse, pero nunca volvió. Pasado
del tiempo alguien dijo que había muerto. Chepita Vital murió poco tiempo después,
dejando su testamento enterrado en un lugar que nadie conocía y a un administrador
al cuidado de la niña Juana María hasta que ésta se hiciera mayor.
Cuenta la leyenda que el administrador, llamado Fermín Ferrari,
era ambicioso, quiso apropiarse de los bienes de la heredera Juana María y no
se le ocurrió otra cosa que hacer enloquecer a la muchacha para que muriera.
Tanto la asustó diciéndole que en la hacienda había fantasmas y haciéndole ver
falsos aparecidos, que efectivamente, la joven enloqueció y murió. La gente de
la comarca, sin embargo, pensó desde el
primer momento que Fermín la había matado.
Fermín Ferrari vendió todas las posesiones y se marchó del país. Alguien contó que, en el camino, unos bandoleros lo atracaron y le dieron muerte. Mientras tanto la sepultura de Juana María situada en un cerro, junto a una laguna aparecía diariamente adornada por las flores que la gente le llevaba a modo de peregrinación. Depositaban sus flores y muchos se bañaban en la laguna. Sucedió que un día, cuando la gente se estaba bañando, apareció un lagarto de oro, muy grande que brillaba a los rayos del sol y todos se asustaron. Desde entonces han sido varios los intentos de cazar al animal, resultando vanos. En uno de estos intentos un cazador prometió a la Virgen de la Asunción un altar y una corona de oro si le ayudaba a conseguir el lagarto. Termina la leyenda diciendo que atrapó al lagarto por la cabeza, pero que, lleno de codicia, se olvidó de la promesa y el lagarto se le escapó. Lo siguen buscando, pero nadie lo ha vuelto a ver. Se dice que el alma de Juana María, en el cerro, junto a la laguna, sigue guardando la rica herencia de sus padres.
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