Fergus y Muirdris
Una leyenda celta cuenta que Fergus, que era un rey muy
querido, paseando un día junto al río, fue sorprendido por la presencia
repentina de Muirdris el caballo monstruoso de las aguas. Fue tal el susto y el
terror que sufrió el rey que su cara quedó desfigurada para siempre. Desde
entonces quedaron ocultos y tapados todos los espejos del palacio para que el
rey no viera su fealdad.
Pero un día, una esclava, en venganza por haber sido
castigada le gritó al rey su defecto y éste mandó que le trajeran un espejo y
se contempló en él. Al verse, tomó su espada, se calzó sus zapatos mágicos y
fue en busca del Muirdris.
Cuando Fergus llegó al río, se sumergió en él y así estuvo
durante un día y una noche. Al cabo de este tiempo, sus súbditos que estaban
apostados en la orilla, vieron cómo las aguas se teñían de rojo y cómo el rey
salía del agua con la cabeza de Muirdris en la mano.
Cuando Fergús llegó agotado a la orilla, depositó la cabeza de Mirdris en el suelo y al momento murió, pero todos admirados pudieron contemplar cómo la fealdad de su rostro había desaparecido.
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