Según una leyenda maya, los venados, en un principio, tenían la piel clara y era fácil
blanco para los cazadores. Cierto día, un venado que estaba bebiendo agua, fue
asaeteado por un grupo de cazadores. Malherido, el cervatillo pudo escapar
hasta esconderse en una cueva próxima.
Era la cueva de unos genios que ocultaron la vista de la entrada
a los cazadores, tuvieron escondido por unos días al pequeño venado y le curaron las heridas.
Antes de despedirse de lo genios, éstos quisieron ayudarle de manera que estuviera más protegido de los hombres. Un genio pidió al sol que cambiara con sus rayos el color de su piel; otro genio echó un puñado de tierra sobre el animal. En ese momento la piel del cervatillo se llenó de manchas color tierra. Fue entonces cuando el tercer genio dijo que aquellas manchas ayudarían a los venados a camuflarse y que simulaban las cuevas donde podrían esconderse para no ser encontrados.
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