Doña Blanca, la dama errante
de Albarracín
Doña Blanca era la hermana menor de un príncipe heredero
al trono de Aragón. Su figura era conocida por todo el reino, pues se decía de
ella que era muy humilde y que poseía un corazón enorme. Incluso los nobles de
las principales casas se disputaban su mano porque era una mujer de
extraordinaria belleza.
Sin embargo la esposa de su hermano estaba celosa de la
joven pues no recibía las mismas atenciones que ella, a pesar de ser alguien
más importante.
Cuando el príncipe subió al trono, Doña Blanca
permaneció en la corte, mas los nobles, conocedores del odio que le
tenía la nueva reina, le aconsejaron que huyera a Castilla cuanto antes para
ponerse a salvo.
Camino del reino vecino, la joven y su corte hicieron una
parada en la villa de Albarracín, señoría de la familia Azagra. Las gentes la
recibieron con gran alegría pues hasta ellas habían oído hablar de sus
virtudes.
Transcurridos unos días, los habitantes esperaban
impacientes volver a ver a la princesa en su marcha hacia Castilla. Mas el
tiempo pasó y la comitiva regresó a Aragón, pero a doña Blanca jamás la
volvieron a ver…
El pueblo empezó a pensar que había muerto de pena al
verse obligada a abandonar el reino y que había sido enterrada en una de las
torres de la muralla. Pero nadie supo qué pasó en realidad, pues los Azagra
nunca revelaron el secreto.
Cuentan los habitantes de Albarracín que todas las noches
de luna llena durante el verano, cuando las campanas de la iglesia de Santa
María tocan a medianoche, se puede ver la figura de una mujer que baja a
bañarse al río Guadalaviar y que desaparece una vez llega a éste para no ser
vista hasta el siguiente plenilunio. Es el espíritu de Doña Blanca, que vaga
errante de pena por la ciudad que la vio morir.
(De la red)
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