Alcinoo

Rey de Corcira. Casado con su sobrina Arete, fue padre con ella de Nausicaa, Laodamante, Halio y Clitoneo. Cuenta el mito que, cuando Jasón y Medea huían después de haber robado el vellocino de oro, Alcinoo los acogió en su palacio, pero dispuso que Medea fuera  devuelta a sus padres si todavía era virgen.  Para evitarlo, y aconsejados y dirigidos por Arete, Jasón y Medea consumaron su matrimonio.

Cuenta también el mito que Alcinoo, por voluntad de su hija Nausicaa, acogió a Ulises cuando éste naufragó. Después de un tiempo Alcinoo quiso ayudar a Ulises a reemprender su viaje, pero Poseidón (que era abuelo de Alcinoo) lo impidió, transformando el barco nuevo en mármol y bloqueando así la entrada y salida del puerto.

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La Mocuana de Sébaco

A los dominios del Cacique de Sébaco, en los primeros días de la época colonial, llegaron muchos españoles que fueron bien recibidos por el indio, que les entregó tamarindos de oro para que los remitiesen al rey de España. Una condición les impuso: no regresar. Los españoles en cambio, planearon sojuzgarlo. Enterado, el cacique escondió su oro. Únicamente su hija conocía el secreto del escondite. Los españoles quedaron vencidos.

Años después, y habiendo llegado a Sébaco uno de los hijos de los viejos españoles derrotados, se enamoró perdidamente de la hija del Cacique, que era muy bella. Ésta correspondió al amor, y como sabía que su padre se opondría rotundamente al matrimonio, huyó con el español. Generosa, obsequió las riquezas que poseía a su amante; pero este, satisfecho e ingrato, la encerró dentro de la cueva de un cerro, tapándole la salida. Más ella, conocedora del lugar, logró escapar por otro boquete, ya con el juicio perdido. La india se convirtió en La Mocuana. Desde entonces se aparece en los caminos, invitando a los transeúntes a seguirla hasta la cueva. Nadie le ha podido ver el rostro. Sólo su alargada figura y cabellera esplendorosa. 

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Yemeyá

Diosa yoruba de la fertilidad. Dice el mito que Olofi primero apagó el fuego con agua y después creó el mundo, siendo Yemeyá la primera en nacer. Esposa de Obbatalá, juntos, dieron vida a todos los demás dioses. Por haber enseñado el verdadero amor a dioses y mortales, es tenida como la reina del amor. Bondadosa por naturaleza, cuando se enfada es implacable justiciera.

Como diosa de las aguas que es también, se le considera patrona de los marinos y pescadores. Lo creyentes botan en el mar barcas lleas de flores como ofrenda en la noche del solticio de verano. Bajo su invocación se pueden obtener las riquezas, la maternidad, la sabiduría, la protección del hogar, la salud, la revelación de secretos, hechizos de amor…

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El espanto del Roldán de Cosigüina

Cerro zacataloso en parte y en otra de vegetación espesa, es el Roldán ubicado en la región comarcana de Cosigüina. Hasta su pequeña cumbre fue un campista de la hacienda Dan Cayetano a levantar una punta de ganado. Y no cvolvió. Era un Jueves Santo, cuando el Nazarenno permanece en el suelo y no está permitido, por piadosa costumbre, cabalgar ni transportarse de otra forma. Por ello se oye un grito macabro, espeluznante, cuyo eco invade la vastedad del llano: uyyyyyhooooo. Los hombres reflejan el pánico en sus rostros y llenas de pavor, las mujeres estrechan a sus hijos tiernos contra el pecho, a la vez que musitan el Trisagio (Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Mortal…) para auyentar el Espanto, 

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Tártaro

Junto con Gea, Caos y Eros, era un dios primordial. Según Hesíodo, en sus poemas, el Tártaro es un lugar, en las profundidades del mundo, situado por debajo del Hades, a la misma distancia que está la Tierra (Gea) del Cielo (Urano). Afirma que un yunque de bronce tardaría nueve días en bajar desde el cielo a la tierra y otros nueve días en caer desde la tierra al Tártaro. Como lugar, era una prisión oscura, húmeda y tenebrosa, que utilizaban los dioses para castigarse unos a otros. También era el lugar donde se juzgaba a las almas después de morir y se castigaba a los malvados.

 Ahí es donde Cronos encerró a los Cíclopes, que luego Zeus liberó para ser ayudado en su lucha contra los Titanes y a donde éstos fueron encerrados a su vez. Ahí es donde Sísifo, por asesino y ladrón, era castigado a hacer rodar una enorme roca cuesta arriba para dejarla caer de nuevo y estar así eternamente. Ahí es donde Tántalo, por compartir la comida de los dioses, fue castigado a estar sumergido en un pozo con agua, que desaparecía cada vez que, sediento, quería calmar su sed.

Los prisioneros del Tártaro eran custodiados por los Hacatonquiros, gigantes de cincuenta cabezas y cien brazos cada uno

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