Los dos volcanes del valle de Anáhuac
Esta leyenda explica el origen del Iztaccihualt y del
Popocatepeti, los dos volcanes del frondoso valle de Anáhuac.
Eran los tiempos en que se adoraba al dios Coyote y al dios
Colibrí, cuando los aztecas iniciaron una expedición de conquista hacia las
tierras del sur. Nadie, ni los sacerdotes, pudieron predecir que sufrirían
derrota tan ignominiosa por parte de los Zapotecas.
El caso es que los guerreros aztecas que habían sobrevivido,
volvían abatidos y llenos de vergüenza. Al frente del grupo un guerrero
ensangrentado y con las ropas desgarradas caminaba altivo demostrando que
estaba orgulloso de haber luchado y perdido sin perder la dignidad.
Una mujer joven y hermosa, que se encontraba entre el pueblo
entristecido viendo el regreso de sus guerreros destrozados, fijó sus ojos en
el guerrero altivo que encabezaba al grupo y se desvaneció, pues en él
reconoció a su marido, al que había jurado amor eterno y al que creía muerto.
Un tlaxcalteca la había engañado, urdiendo la mentira de que
su marido había muerto. La mujer lo creyó, con el tiempo cedió a las
proposiciones de tlaxcalteca y se casó con él. Ahora, al ver a su esposo vivo,
murió de dolor y de vergüenza por haberse dejado engañar. El guerrero azteca
comprendió lo que había sucedido y emprendió una lucha feroz contra el
mentiroso tlaxcalteca.
Lo hirió de muerte y lo puso en fuga para siempre. Después
se acercó al cuerpo de su esposa, lo cubrió de flores, quemó copal en su honor,
se arrodilló a su lado y se dejó morir.
Cuenta la leyenda que la tierra se estremeció, el cielo se
oscureció de cenizas y cayeron de lo alto piedras de fuego. Cuando amaneció la
gente pudo ver con asombro que, en lo
que antes era valle, ahora se elevaban dos imponentes montañas nevadas. Son el
Iztaccihualt (mujer dormida) y el Popocatepeti (montaña que humea).
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