Leyenda de la mandioca (Otra versión)
En la tradición del pueblo guaraní se cuenta que un día, una
muchacha hija de un jefe, se acercó a su
padre para decirle que estaba embarazada, pero que no sabía de quién. Aseguraba
que debía ser obra de algún mago que la habría poseído sin que ella se diera
cuenta. Su padre no la creyó y durante mucho tiempo intentó buscar al culpable
de lo que él consideraba una acción digna de castigo.
Pasado el tiempo, nació una niña a la que llamaron Mani. Por su
simpatía ganó a cuantos tenían contacto con ella. Era lista, hermosa y
cariñosa. Sin embargo murió siendo muy niña, y la enterraron en el patio de su
propia casa para tenerla cerca y poder llorar todos los días sobre su tumba.
Allí donde fue enterrada nació una planta especial: sus
frutos embriagaban a los pájaros. Tan rápidamente creció que cavaron y
encontraron que sus raíces tenían la forma de los brazos de Mani. Entonces
empezaron a creer que, efectivamente, podía ser hija de algún mago.
Determinaron cocinar la planta y, al probarla, comprobaron
que tenía un rico sabor, que era un buen alimento y decidieron adoptarla en su
dieta alimentaria. Se le dio el nombre de Maní’og (de Mani) y después de
Mandí’o y Mandioca (Casa de Mani).
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