La cascada de la india que
se murió de amor. (Leyenda venezolana)
"Aquella mañana los corazones de los indios
Bailadores saltaban de alegría. La princesa Carú, hija del cacique Toquisai,
iba a casarse con el hijo del cacique de los Mocotíes, un joven muy apuesto y
valiente guerrero. Ya se acercaba la hora anhelada. El Banquete estaba listo y
el alma de Carú palpitaba de nervios y canciones.
De pronto, los centinelas que oteaban el horizonte desde
los picachos más altos, anunciaron alarma y peligro. Venían unos seres extraños
que avanzaban quebrada los soles con sus pechos de hierro y montados en unas
bestias enormes.
Los indios Bailadores se prepararon para el combate. Juan
Rodríguez Xuárez también alistó a sus hombres.
Fuego, hierro y caballos abrieron un torrente de sangre
en el valor de los Bailadores que sólo contaban con sus macanas y flechas.
El monte se fue llenando de cadáveres.
El novio de Carú estaba entre los que encontraron la
muerte en el combate. Un dolor insoportable rompió el alma de Carú. No podía
ser verdadera tanta desgracia.
El Dios de la vida que montaba en la cumbre de la
montaña, la devolvería a su amado, para recorrer junto a él ese largo camino de
felicidad que había sido violentamente cortado.
Con una increíble fortaleza que brotaba de su amor, Carú
cargó el cadáver cerro arriba. Llegó con él a la cumbre, donde moraba la
divinidad, para rogarle que le devolviera la vida. Al tercer día, le fallaron
por completo las fuerzas. No pudo proseguir más. Abrazada al cuerpo de su
amado, quedó muerta.
El dios de la montaña recogió sus lágrimas y las arrojó
al espacio para que su pueblo y todos los que habitaban después estas tierras,
conocieran y recorran la suerte de Carú.
Y allí está la bellísima cascada de Bailadores, lágrimas
eternas de Carú, sollozo inagotable del corazón indígena”
Pérez – Esclarín, Antonio
Imágenes: https://www.google.es
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