Dios quiso
hacer una hermosa obra para premiar a los hombres y creó este diminuto
pajarillo que se extendió por América del sur. Su nombre varía según las
regiones; se lo llama indistintamente picaflor, colibrí, coludo, pájaro mosca,
etc., pero en el este, se denomina con esta voz guaraní: Mainumbí.
Se cuenta que
el diablo no queriendo ser menos, se puso a crear otro ser y concentró todos
sus afanes; pero lo que creó fue tan tosco que aún se esconde de día, quizá por
vergüenza: el murciélago.
Volviendo al
picaflor diremos que es tan vistoso que hay quienes dicen que es un conjunto de
piedras preciosas voladoras.
Otros afirman
que nació de una mariposa y que vieron en el aire transformarse en pajarillo; y
hay quien lo hace nacer de una mosca, de ahí su nombre.
El hecho real
es que sus plumas son tan delicadas y sedosas que en contacto con la luz
producen los colores metalizados que todos admiramos; además, sus alas tienen
como en los insectos la facultad de vibrar rápidamente formando un ocho, lo que
permite a la avecilla volar hacia atrás, si éste es su deseo. Así se detiene en
el aire curioseando las flores y parte como una bala.
Como es una
esmerada creación de Dios, su presencia anuncia en las viejas casas solariegas,
una pronta visita. Cuando hay un enfermo, su llegad indica una reacción
favorable en sentido de restablecimiento completo.
Pero si
alguien logra aprisionarlo, o si lo mata, recibirá un duro castigo.
Su misión es
alegrarnos con su presencia e invitarnos a la contemplación. Es tan débil que
no tolera el encierro, pues para existir necesita el néctar de las flores y la
ducha de luz
Clelia Gómez
Reynoso (Leyendas para niños)