¿Cuánto tiempo estarías dispuesta a esperar al amor de tu vida? ¿Qué harías si finalmente él no volviera o en el peor de los casos te dieran la noticia “ha muerto”? Dicen que solamente se ama una vez en la vida, y que por amor se estaría dispuesto a hacer el más grande de los sacrificios hasta esperar por años aunque esa espera finalmente resultara inútil.
Hoy leerás la historia de una mujer que se quedó esperando eternamente a su amado eternamente he dicho porque aun sigue vagando allí por el lugar donde se diariamente se veía con su amado y que por una razón que aquí conocerás fue conocida como: La dama del abanico.
Sucedió hace mucho tiempo que un día llegó a vivir en las tierras de Durango Don Luis Romero del Real y Camargo, aristócrata de abolengo con su esposa y sus tres bellas y virtuosas hijas, educadas en los buenos principios de la época.
La menor de ella de nombre Ana Luisa, era una linda muchacha de agradable figura y devota cristiana, pasaba la mayor parte de su tiempo en la catedral de la ciudad de Durango, ayudando a los necesitados así como bordando primorosos manteles.
Un día mientras caminaba por la calle principal, tropezó accidentalmente de frente con un joven militar, miembro del ejército conservador.
Los manteles planchados y recién almidonados que llevaba la jovencita volaron por los aires, ella yacía sobre el piso con su manta enredada en la cabeza.
Al darse cuenta de lo sucedido el militar de nombre Juan Luis Terreros, se disculpó una y mil veces con la joven y cuando la ayudo a levantarse al contemplar el rostro de Ana Luisa quedó profundamente enamorado de ella.
Ella también al ver la gallardía del militar enfundado en su uniforme galoneado notó como resaltaban sus varoniles facciones no pudo menos que sonrojarse.
A partir de entonces los jóvenes pasaron días inolvidables, aquellas tardes idílicas quedaron guardadas para siempre entre ellos ya que ella lo esperaba al pie de la entrada de la catedral, moviendo continuamente su abanico como señal de que estaba comprometida.
Trascurrieron los meses llenos de dicha y felicidad para la pareja, hasta que Juan Luis tuvo que partir con su regimiento al campo de batalla, antes de marcharse le juró amor eterno a su amada.
El tiempo pasó y Ana Luisa contaba ya con 47 años, cuando una tarde recibió una carta, fechada 18 años atrás, una carta que sobrecogió su corazón llenándolo de dolor.
En ella se le comunicaba que por encontrarse junto a unas minas en pleno campo de batalla, el general Juan Luis Terreros y Mendoza, había muerto.
Las esperanzas que hasta entonces abrigara el corazón de aquella mujer de pronto se marchitaron hasta derrumbarse por completo, la flama que había mantenido encendida desde hacia 20 años el gran amor que sentía por el militar, de pronto una cruel ráfaga de viento gélido la convertía en cenizas e hizo pedazos su corazón para siempre.
Tomó la ya amarillenta y apolillada carta y la estrujo contra su pecho, entro en su casa... se puso su rebozo y se dirigió hacia la catedral a partir de entonces nunca más se le volvió a ver, nada más se llegó a saber de ella.
Hoy leerás la historia de una mujer que se quedó esperando eternamente a su amado eternamente he dicho porque aun sigue vagando allí por el lugar donde se diariamente se veía con su amado y que por una razón que aquí conocerás fue conocida como: La dama del abanico.
Sucedió hace mucho tiempo que un día llegó a vivir en las tierras de Durango Don Luis Romero del Real y Camargo, aristócrata de abolengo con su esposa y sus tres bellas y virtuosas hijas, educadas en los buenos principios de la época.
La menor de ella de nombre Ana Luisa, era una linda muchacha de agradable figura y devota cristiana, pasaba la mayor parte de su tiempo en la catedral de la ciudad de Durango, ayudando a los necesitados así como bordando primorosos manteles.
Un día mientras caminaba por la calle principal, tropezó accidentalmente de frente con un joven militar, miembro del ejército conservador.
Los manteles planchados y recién almidonados que llevaba la jovencita volaron por los aires, ella yacía sobre el piso con su manta enredada en la cabeza.
Al darse cuenta de lo sucedido el militar de nombre Juan Luis Terreros, se disculpó una y mil veces con la joven y cuando la ayudo a levantarse al contemplar el rostro de Ana Luisa quedó profundamente enamorado de ella.
Ella también al ver la gallardía del militar enfundado en su uniforme galoneado notó como resaltaban sus varoniles facciones no pudo menos que sonrojarse.
A partir de entonces los jóvenes pasaron días inolvidables, aquellas tardes idílicas quedaron guardadas para siempre entre ellos ya que ella lo esperaba al pie de la entrada de la catedral, moviendo continuamente su abanico como señal de que estaba comprometida.
Trascurrieron los meses llenos de dicha y felicidad para la pareja, hasta que Juan Luis tuvo que partir con su regimiento al campo de batalla, antes de marcharse le juró amor eterno a su amada.
El tiempo pasó y Ana Luisa contaba ya con 47 años, cuando una tarde recibió una carta, fechada 18 años atrás, una carta que sobrecogió su corazón llenándolo de dolor.
En ella se le comunicaba que por encontrarse junto a unas minas en pleno campo de batalla, el general Juan Luis Terreros y Mendoza, había muerto.
Las esperanzas que hasta entonces abrigara el corazón de aquella mujer de pronto se marchitaron hasta derrumbarse por completo, la flama que había mantenido encendida desde hacia 20 años el gran amor que sentía por el militar, de pronto una cruel ráfaga de viento gélido la convertía en cenizas e hizo pedazos su corazón para siempre.
Tomó la ya amarillenta y apolillada carta y la estrujo contra su pecho, entro en su casa... se puso su rebozo y se dirigió hacia la catedral a partir de entonces nunca más se le volvió a ver, nada más se llegó a saber de ella.
Sólo que ese no fue el final de la historia… sucede que hasta el día de hoy hay quienes aseguran que por las noches más calurosas de la región, se ve a través de los ventanales a una hermosa dama deambular por los pasillos, corredores y campanarios de la catedral moviendo continuamente su abanico… en señal de que esta comprometida.
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