El atrapasueños

Se trata de un objeto que los Ojibwa fabricaban con un aro de madera de sauce y una red hecha con tendones de otras plantas con el objeto de colgarlo encima de la cama para atrapar los sueños. A través de la red se filtraban los sueños positivos y las pesadillas quedaban atrapadas en la red y, al día siguiente, se quemaban con el sol.

Posteriormente esta costumbre la adoptaron otros pueblos indígenas norteamericanos del Canadá y de Estados Unidos. Hoy, en todo el mundo son objetos populares.

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Las Perisas

En el mundo cultural del zoroastrismo, Las Perisas son una especie de hadas, cuya principal actividad se realiza en las llamadas ‘Torres del Silencio’. En estos lugares al aire libre, se depositaban los cadáveres de los ejecutados y era donde Las Perisas  se encargaban de que la putrefacción no contaminara la tierra con los restos humanos esparcidos por el viento y por los buitres, ya que los seguidores de Zoroastro consideraban un objeto impuro al cadáver humano. 

Se considera a Las Perisas como custodiadoras del paso de la muerte, ese momento en que el alma descarnada atraviesa los velos del más allá. Acompañan al alma hacia lo desconocido. En la Edad Media fueron llamadas Las hadas de la muerte.

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El Callejón del Diablo

En la tradición de la cultura mexicana, son varias las leyendas referidas a ‘callejones’. Y referidas al Callejón del Diablo son también varias las versiones. Una versión dice que una noche caminaba un borracho por un callejón oscuro, cuando vio una figura recostada sobre el tronco de un árbol. Pesando que le iba a atracar, corrió hacia él con los puños por delante para atacarle. Antes de llegar a él una luz ilumino el rostro de aquel ser. Pudo ver una cara horrible que empezó a reír sarcásticamente. Pudo al fin sobreponerse el borracho y huyó despavorido.

Después de esto, un buen número de personas aseguró haber tenido la misma experiencia. Una persona, ‘experta’ en demoniología aconsejó que si se ofrecían joyas y monedas de oro bajo el árbol, nunca el demonio se instalaría allí. Los paisanos iban depositando diariamente sus monedas y lo cierto es que diariamente desaparecían.

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Noctícula

En Francia, se le reconoce como la heredera de Bensozia, la antiquísima diosa gala de los vampiros.  El culto a Noctícula tuvo su apogeo en el siglo XII , coincidiendo con el tiempo de mayor persecución inquisitorial a la brijería. Según el mito, era alternativamente consorte de los demonios Asmodeo y Belcebú, En torno a una escultura que la representaba, se organizaban rituales macabros, en los que se le ofrecían alimentos, preferentemente extremidades humanas descuartizadas, que después del rito, eran repartidas entre los asistentes. Era un culto reservado exclusivamente a las mujeres y se celebraba durante la noche en lo más oculto de los bosques. Acudían a caballo y firmaban en ‘El libro de las sombras’, jurando que ya no se consideraban humanas, sino vampiresas.

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El colibrí

Es una leyenda mapuchi que narra el origen del colibrí. Cuenta la historia de dos hermanas jóvenes y hermosas que vivían junto al lago Paimún. Un joven jefe inca las conoció y se enamoró de una de ellas, llamada Painemilla. Se casaron y vivieron felices por un tiempo. Los sacerdotes vaticinaron que tendrían mellizos adornados con un hilo de oro en sus cabezas y que algo sucedería que rompería con la felicidad de la pareja. Cuando Painemilla estaba a punto de dar a luz, su esposo, el jefe inca tuvo que viajar y pidió a su cuñada, la hermana de Painemilla, llamada Paineflú que la acompañara en esos días.

Paineflú, cuando llegó al palacio donde su hermana vivía, sufrió un ataque de locura por causa de los celos. Cuando nacieron sus sobrinos, un niño y una niña, los encerró en un cofre, los lanzó a  las aguas del lago y a su hermana le dijo que había tenido dos cachorros de perro, en lugar de dos niños. Le entregó dos perrillos para ser criados, se sumió en un silencio y se puso a temblar de miedo, mientras Painemilla no encontraba consuelo.

Cuando volvió su esposo y vio a los cachorros, se llenó de tristeza y desolación y se enceró en una oscura cueva.

Mientras tanto, un viejo mapuche descubrió el cofre navegando por el lago, rescató a los niños y los crio felices junto a su esposa.

Un día el jefe inca salió de su cueva pensando en su esposa y, paseando por las orillas del lago,  oyó unas risas infantiles. Y vio a dos niños con un hilo de oro en sus cabezas. Entonces se acordó de la profecía y tuvo la certeza de que eran sus hijos Los abrazo y los llevó hasta su esposa para reemprender la felicidad perdida.

Paineflú supo que sería castigada. Y en efecto, el jefe inca tomó en sus manos una piedra mágica e invocó al cielo. La piedra se volvió transparente y de ella salió un rayo verde que hirió a Paineflú. Consumida por el fuego, de ella sólo quedaron cenizas y un diminuto pajarillo, que los indígenas llamaron ‘pinshá’ y ahora se conoce como ‘colibrí’. Termina el mito diciendo que este pajarillo no se atreve a posarse en las ramas y que tiembla de miedo como Paineflú.

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