La serpiente Arco Iris

Según la mitología de los aborígenes australianos, La Serpiente Arco Iris es la personificación de la fertilidad, la diosa que da vida y es la Gran Madre Creadora. Cuenta el mito que vivía en el interior de la tierra en sueño profundo, cuando ésta era un espacio vacío y llano. Pasó mucho tiempo y despertó y empezó a reptar por el interior hasta alcanzar la superficie. Recorrió la tierra creando a su paso, la lluvia, los lagos, los ríos, y la vegetación. Introdujo después su nariz en el suelo y levantó cadenas montañosas y abrió valles profundos. Después, despertó a los animales, creó los peces y extrajo al ser humano de la misma tierra.

La Gran Madre Creadora enseñó a los hombres a vivir en paz, a respetar a la naturaleza, tomando de ella solamente lo necesario para mantenerla en equilibrio. Después desapareció, no sin antes advertir al hombre que si abusaba y mataba por placer, le castigaría con grandes inundaciones.

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Quimera

Según un mito griego, Quimera era un monstruo, hijo de Tifón y de Equidna, que vagaba aterrorizando a las poblaciones, devorando los rebaños. Se la describe con cuerpo de cabra, cola de dragón o serpiente y cabeza de león. Otra variante afirma que tenía tres cabezas. Una de león, otra de macho cabrío y otra de dragón en la cola, por la que escupía fuego.

Según una variante del mito, Quimera fue derrotada por Belerofonte son la ayuda de Pegaso, el caballo alado. Dice el mito que Belerofonte cubrió la punta de su lanza con plomo y, cuando la lanza atravesó el cuerpo de Quimera, el plomo se derritió en el fuego de su interior y Quimera murió.

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La mapuche Huala

Esta leyenda mapuche cuenta que Huala era una joven que desde temprana edad iba con un cántaro a por agua al lago, sin sospechar que el genio del lugar, el Trelque la acechaba. Cundo la muchacha llegó a la edad núbil, sus padres se prepararon para celebrar el rito mapuche del Ulchatún, pero no hubo tiempo, pues, cuando Huala fue a por agua, como cada día, una garra salió de la superficie, asió a la joven y la arrastró a las profundidades. A los gritos de Huala acudieron las padres y vecinos para rescatarla, pero nada pudieron hacer. ‘El dueño del lago’, el Trelque hizo que una gran cantidad de peces cubriera la orilla como pago por la muchacha.

El Trelque condujo a Huala hasta una gruta donde le mostró los despojos de las víctimas anteriores y Huala perdió el sentido. Cuando Huala se recobró se encontró con un apuesto joven que le declaraba su amor. El Trelque se había transformado y le juraba que ella sería su esposa para siempre. Huala, con lágrimas en los ojos, le rogó que la dejara volver a su tierra con sus padres y el Trelque le dijo que la dejaría con la condición de no volver a salir del lago. Entonces hizo un encantamiento y transformó a Huala en una especie de pato con las alas muy cortas para que no pudiese volar. Le dijo que construyera su nido entre las totoras y que desde allí podría contemplar a los suyos y a su pueblo. Dicen los paisanos que se le ve nadar por las orillas con la esperanza de volver a ser libre y que expresa su dolor gimiendo, cuando ve alguna figura humana.

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Marpesa

Según una versión del mito, Marpesa era hija de Eveno, rey de Etolia y de Alcipe.  Eveno no quería que su hija se casara y para evitarlo  retaba a sus pretendientes a correr contra él mismo, en una carrera de carros. Si ganaba el pretendiente, este tendría el derecho de casarse con Marpesa, pero si perdía, Eveno le cortaría la cabeza. Muchas cabezas fueron cortadas, ya que Eveno les ganaba siempre. Sucedió que  el dios Apolo se enamoró de Marpesa y decidió vencer a Eveno en una carrera. Pero Alfareo, rey de Mesene tenía un hijo llamado Idas, que también se enamoró de Marpesa y le pidió a Poseidón, su padre verdadero, un carro alado y con él raptó a Marpesa. Eveno le persiguió con su carro, pero al no poder alcanzarlo, se desesperó, mató a sus caballos y se arrojó al río Licomas y se ahogó. Apolo e Idas lucharon por Marpesa. Zeus intervino y decidió que fuera ella quien decidiera con quien quería quedarse. Marpesa eligió a Idas, pues sabía que Apolo abandonaba a sus amantes cuando envejecían.

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La extraña mascota

Según una leyenda mexicana, existió en el estado de Texas, en la época colonial un extraño animal del tamaño de un gato, pero con apariencia de cabra, puesto que  tenía el pelaje blanco, garras y cuernos de color rosado.

Parece increíble que este animal haya existido, sin embargo, cntinúa la leyenda diciendo que un abad pudo ver esta bestia, como él la llamó, en este mismo estado de Texas, en el año 1858. Al parecer, era la mascota de una mujer india. El abad, le ofreció a la mujer un diamante a cambio de aquella mascota que parecía inofensiva. La mujer se negó, pero dijo al abad, que ella conocía dónde había muchos de estos animales. prometiéndole que le traería algunos. No fue así, la mujer se fue y nada más se supo.

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A Bao A Qu

En la escalera de la Torre de la Victoria, habita desde el principio del tiemo A Bao A Qu, sensible a los valores de las almas humanas.

Vive en estado letárgico, en el primer escalón, y sólo goza de vida consciente cuando alguien sube la escalera. La vibración de la persona que se acerca le infunde vida, y una luz interior se insinúa en él. Al mismo tiempo, su cuerpo y su piel casi translúcida empiezan a moverse. Cuando alguien asciende la escalera. El A Bao A Qu se coloca casi en los talones del visitante y sube prendiéndose del borde de los escalones curvos y gastados por los pies de generaciones de peregrinos.

En cada escalón se intensifica su color. Su forma se perfecciona y la luz que irradia es cada vez más brillante. Testimonio de su sensibilidad es el hecho que él sólo logra su forma perfecta en el último escalón, cuando el que sube es un ser evolucionado espiritualmente. De no ser así, el A Bao A Qu queda como paralizado antes de llegar, su cuerpo incompleto, su color indefinido y la luz vacilante.

El  A Bao A Qu sufre cuando no puede formarse totalmente y su queja es un rumor apenas perceptible, semejante al roce de la sed. Pero cuando el hombre o la mujer que lo reviven están llenos de pureza, el A Bao A Qu puede llegar al último escalón, ya completamente formado e irradiando una viva luz azul. Su vuelta a la vida es muy breve, pues al bajar el peregrino, el A Bao a Qu rueda y cae hasta el escalón inicial, donde ya apagado y semejante a una lámina de contornos vagos, espera la próximo visitante.

Sólo es posible verlo bien cuando llega a la mitad de la escalera, donde las prolongaciones de su cuerpo, que a manera de bracitos lo ayudan a subir, se definen con claridad. Hay quien dice que mira con todo el cuerpo y que al tacto recuerda la piel del durazno.

Jorge Luis Borges.

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Leyenda de la calavera

Es ésta una leyenda mexicana acerca de un sacerdote mundano. Acostumbraba a visitar muchas noches los barrios donde proliferaban los antros de vicio. Un día fueron a verle unos vecinos y, asustados, le contaron que habían visto rondar una calavera por esos mismos barios. El párroco los tranquilizó diciéndoles que él mismo iría a ver qué misterio tenía lugar allí.

Llegada la noche, el sacerdote se dirigió a aquellos barrios que ya conocía bien. Esperó un rato y no tardó en aparecer la calavera.

-¿Qué buscas por estas calles que son dominio de Dios?- le pregunto el párroco.

-Soy tu calavera y estoy purgando por tu conducta, contestó la calavera.

Cuenta la leyenda que el sacerdote desde ese momento se recluyó en un convento y abandonó la vida mundana, hasta que un día salió, montó en un asno y nada más se supo de ellos.

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