Pandora

Cuando Prometeo robó el fuego a los dioses para entregarlo a los hombres, Zeus quiso castigarlos y mandó a Hefesto, dios del fuego, que modelara a la primera mujer a semejanza de los inmortales. Cada dios del Olimpo participó dando una cualidad a esta mujer y así nació Pandora, mujer de gran belleza, habilidad y gracia. El mito cuenta que Zeus le entregó una caja, para que se la diera como regalo  a Epimeteo, con quien estaba unida, con la prohibición de abrirla, pues en ella había encerrado todos los males, cosa que Pandora no sabía.

Pandora no pudo resistir la curiosidad, abrió la caja y todos los males se expandieron por el género humano- Entonces Pandora se asustó, quiso cerrar la caja, pero sólo quedó en ella un elemento sin escapar: la esperanza.

Otra versión del mito dice que, en realidad. La caja contenía bienes, y al abrirla. Volaron al Olimpo con los dioses, dejando a los hombres con todos los males, conservando únicamente la esperanza.

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El Dorado

Una tradición cultural argentina hace a los conquistadores españoles los que construyeron la leyenda de El Dorado. Es verdad, dicen que los indígenas de entonces ya contaban que había un lugar donde todo era de oro, calles, casa y hasta los utensilios de cocina, pero quienes, llevados por sus ansias de riquezas y sus delirios, fueron los españoles quienes imaginaron El Dorado.

Una versión, la llamada Laguna de Guatavita, cuenta que en esta laguna, los indígenas enterraban a sus muertos, poniéndolos en una canoa, envueltos en sábanas, con flores, velas, joyas y tesoros y la canoa terminaba por hundirse. Así mismo un día al año, los indígenas ofrecían sacrificios a los dioses, en medio de la laguna. El Cacique iba cubierto con una capa de oro que lanzaba al agua junto con gran cantidad de joyas. Por otro lado, cada vez que un nuevo cacique tomaba el relevo del anterior, se celebraban fiestas en la orilla de la laguna y el nevo cacique se adentraba sobre una canoa envuelto en ropajes de oro, esmeraldas y tesoros que allí depositaba. Por varios días después el pueblo bailaba, cantaba y tomaba chicha.

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Perséfone

Perséfone era hija de Zeus y Deméter. Su tío Hades, hermano de Zeus, se enamoró de ella y la raptó. Se encontraba ella con sus hermanas de padre, las ninfas Atenea y Artemisa, cuando, al ir a coger un lirio, se abrió la tierra y Hades se la llevó al submundo. Su adre, Deméter inició una serie de viajes interminables en busca de su hija y durante este tiempo la tierra se volvió estéril.

Zeus ordenó a su hermano Hades que devolviera a Perséfone, pero esto era imposible, porque nadie podía volver del infierno, si ya había comido algo en él, y Perséfone se había comido un grano de granada. Entonces Zeus dispuso que si Deméter volvía al Olimpo y la tierra volvía a germinar, Perséfone pasara medio año con Hades y otro medio año con su madre Deméter. El mito explica así el origen de la primavera y del invierno, es decir de las estaciones.

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Tiyanak

En la mitología filipina, el Tiyanak es una especie de vampiro, que tiene la particularidad de poder cambiar de forma.  Puede tener el aspecto de un anciano arrugado, con una pierna más larga que la otra, o puede tener el aspecto más habitual de un bebé recién nacido. Este bebé, dice el mito que vive en medio del bosque, llorando, y que no es otra cosa que el alma de un niño, cuya madre murió antes de que él naciera y que la tierra lo sacó a la superficie. Se dice que cuando un padre o una madre se acerca a él para consolarlo, se transforma en vampiro y los devora.  Otra variante dice que roba a los niños que pasan por donde el habita, para que le hagan compañía.

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Animus y Anima

En la oscuridad de los tiempos se creía que sólo los hombres tenían alma, incluso en el Cristianismo. Así, en el año 660, en el Concilio de Nantes, se decidió que las mujeres carecían de alma. Se afirmó que las mujeres no tenían ‘Animus’(alma), pero sí tenían ‘Anima’ (un alma elemental como la de los animales). La palabra ‘animal’ significa ‘el que tiene anima’. Así pues, el ‘Animus’ seria inmortal, transferido por Dios al hombre y el ‘Anima’, permitiría a la mujer moverse, sentir y pensar, pero nada más.

Fue Carl Jung quien terminó con el debate entre Animus y Anima. En nuestro cerebro el Animus masculino es símbolo de la razón y el Anima femenina es símbolo de la intuición e imaginación. Todos, hombres y mujeres poseemos los dos matices. Poseemos un Animus que nos empuja a sobrevivir y un Anima que nos permite crear, en una dimensión superior a la de los animales. Son innumerables los mitos en los que el principio de la creación es siempre femenino. Se concluye que es el Anima la que nos permite crear y la que nos hace humanos.

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