La Vainilla
Una leyenda totonaca cuenta que su tercer rey, Teniztli, tuvo una hija de nombre Xanath, de una belleza tan grande, que la consagró al
culto de una diosa, celoso de que algún hombre pudiera casarse con ella.
Un día Xanath acudió al templo a depositar una ofrenda y se
encontró con Tzarahuin, un muchacho alegre a quien le gustaba silbar como un
jilguero, y entre ellos surgió el amor. El muchacho era pobre y la diferencia
de clases dificultaba que el enamoramiento prosperase. A pesar de todo, y de
manea fugaz, procuraban reunirse a diario.
Sin embargo, el dios gordo, llamado el Dios de la Felicidad,
puso los ojos en Xanath, se prendó de ella y empezó a cortejarla. Xanat trató
de esquivarlo, pero el dios se enfureció. Trató entonces de ganarse al padre de
la muchacha para que influyera en su favor. A cambio de la relación de algunos
secretos divinos, el padre accedió a que el dios gordo se casase con su hija.
Xanath se opuso de manera radical a los deseos de su padre y del Dios de la
Felicidad y éste. Irritado, le lanzó un conjuro y la joven quedó convertida en
una planta de flores blancas y olorosas: la vainilla, que es una especie de
orquídea.
Otra versión cuenta que el amor surgió entre la princesa y
un joven príncipe. Venado. Este amor era prohibido y Venado secuestró a la
princesa con el ánimo de vivir juntos. Sin embargo, los sacerdotes de la Diosa
de las cosechas encontraron a los enamorados, los capturaron y los sacrificaron.
De la sangre derramada brotó La Vainilla.
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