El Yasí-Yateré
La selva está silenciosa, soportando la pesadez del calor. Se
oyen solamente los silbidos de algún pájaro o el canto de la chicharra, que es
incansable, cuando inicia su concierto.
De pronto crujen las hojas secas. Corren, alarmadas las
lagartijas, a buscar mejor resguardo. Los pasos se acercan. Y una figura humana
se dibuja perfectamente. Su ancho sombrero de paja dificulta ver su cara. Pero
en los claros donde se filtra el sol, brilla su bastón de oro. Es de poca
talla. Se diría que es un enano. Se esconde detrás de los árboles. No desea que
lo vean.
¿Por qué su cautela?
Porque quiere llegar de sorpresa. Busca niños, de entre esos que
no duermen la siesta. Si alguno ha penetrado en espesura en un descuido de sus
mayores, lo toma desprevenido, lo sujeta con sus brazos y lo lleva hasta la
parte más sombría, donde las lianas y tacuarembós forman tupida techumbre.
Los más prudentes, los que están en sus casas, oyen el silbido,
que parte desde la selva, desde lejos, y saben que está festejando su buena
suerte.
Otros dicen que el silbido proviene de un pajarillo, que nadie
ha descubierto, pues anida en lo más espeso del intrincado monte.
Pero todos, al oírlo, se recatan.
(De Clelia Gómez Reynoso - “Leyendas para niños”)
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